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Reina valera 1960
Marcos 1

1 Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

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Como está escrito en Isaías el profeta:

He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.

Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor;Enderezad sus sendas.

Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. 

Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 

Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. 

Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. 

Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 

10 Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. 

11 Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.

12 Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. 

13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 

15 diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.

16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 

17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. 

18 Y dejando luego sus redes, le siguieron. 

19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. 

20 Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.

21 Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba. 

22 Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 

23 Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que dio voces, 

24 diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. 

25 Pero Jesús le reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! 

26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. 

27 Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? 

28 Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.

29 Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. 

30 Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. 

31 Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.

32 Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; 

33 y toda la ciudad se agolpó a la puerta. 

34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.

35 Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. 

36 Y le buscó Simón, y los que con él estaban; 

37 y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. 

38 Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. 

39 Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.

40 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. 

41 Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. 

42 Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio. 

43 Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, 

44 y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. 

45 Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes.

Mateo 18

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
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2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos

3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos.

5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.

Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.

¡Ay del mundo por los tropiezos!, porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! 

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. 

Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. 

11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. 

12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 

13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 

14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.

15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 

16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 

17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 

18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 

19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 

20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 

22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.

23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 

24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 

25 A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 

26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 

27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 

28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 

29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 

30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 

32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.

33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 

34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 

35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

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